Los alimentos más ricos en proteínas son la carne, el pescado, los huevos,
la leche y sus derivados, las leguminosas y los frutos secos. Pero en realidad,
todos nuestros alimentos en su estado natural contendrán proteínas, aunque sólo
sea en pequeñas cantidades.
Podemos considerar que un plátano, una coliflor o una espinaca no son
fuentes importantes de proteínas; sin embargo, contienen un 2 o 3 % de éstas. Los
cereales, compuestos en su mayor parte por almidón (es decir, por hidratos de carbono),
contienen también alrededor de un 10% de proteínas.
Si un adulto se alimentase exclusivamente de trigo, podría cubrir sus
necesidades de proteínas con las que el trigo contiene.
Curiosamente, en la dieta
media de Europa, tan rica en proteínas, hasta el 4% de éstas proviene de las patatas,
a pesar de que éstas no suelen considerarse como una fuente de proteínas.
Sólo algunos de nuestros alimentos, obtenidos de su fuente natural por
un proceso de extracción, carecen totalmente de proteínas. El azúcar, por ejemplo,
no contiene más que sacarosa, un hidrato de carbono. En el azúcar no hay proteínas
(ni vitaminas, ni grasas, ni elementos minerales), pero en la caña o en la remolacha
originales sí había algunas proteínas.
De forma similar, todos los aceites que empleamos para nuestra alimentación son
grasas puras, pero las aceitunas, las nueces de palma o cualquier otra fuente que
se haya usado para obtener el aceite son también fuentes de proteínas.
El almidón
se puede extraer puro a partir del trigo, del maíz o del arroz, que también contienen
proteínas.
Si no comemos suficientes proteínas,
los tejidos proteicos menos importantes del
cuerpo, como son los músculos, se descompondrán
parcialmente para proporcionar aminoácidos con
los que podamos mantener los órganos y las funciones
vitales.
El corazón, los riñones o los pulmones,
así como las enzimas esenciales, aprovecharán
esos aminoácidos procedentes de la descomposición
de otros tejidos menos importantes.
En
el cuerpo existe un intercambio constante.
Los 10 ó 20 Kg. de músculo de nuestro
cuerpo pueden fácilmente prescindir
de 40 gr. de proteínas un día para alcanzar
otros fines más esenciales.
Si un organismo puede recuperarse unas
semanas después de que los tejidos hayan perdido
cantidades tan grandes de proteínas, es evidente
que no nos puede perjudicar el hecho de que
no consigamos nuestros 40 gr. diarios de proteínas
de forma regular.
Las proteínas
de la dieta se consideran más saciantes que los hidratos
de carbono y las grasas, y esto se ha comprobado en numerosos
estudios. Asimismo, según diversas investigaciones, las
dietas hiperproteicas se asocian a una mayor pérdida de
peso (sobre todo, a una mayor pérdida de grasa corporal)
y a una menor ingesta de energía, además da la
sensación de saciedad.
A menos proteìnas, mas hambre.
Las proteínas
de la dieta se consideran más saciantes que los hidratos
de carbono y las grasas, y esto se ha comprobado en numerosos
estudios. Asimismo, según diversas investigaciones, las
dietas hiperproteicas se asocian a una mayor pérdida de
peso (sobre todo, a una mayor pérdida de grasa corporal)
y a una menor ingesta de energía, además da la
sensación de saciedad.
Estas revelaciones
han sido utilizadas para apoyar la hipótesis de que la
ingesta proteica habitual de una persona puede influir en su apetito
y, por lo tanto, en su comportamiento alimentario, independientemente
de las calorías de la dieta. En este sentido gira la revisión
científica sobre los "efectos de las dietas de alto
contenido en proteínas sobre la termogénesis, la
saciedad y la pérdida de peso", llevada a cabo por
investigadores del Departamento de Nutrición de la Escuela
de Salud Pública de Harvard en Boston (EE. UU.), y publicada
en el "Journal of the American College of Nutrition".